ene
24
Graziela


CENA ESPECIAL

                Candela no entendía el inesperado afán de su marido por cenar solos la última noche del año. Solían celebrar la nochevieja con amigos, en casa de unos y de otros, al principio con fiestas de mucha gente y baile hasta la hora del chocolate. Con el tiempo se convirtieron en cenas más tranquilas, divertidas, con los que se mantenían fieles a la cita: el socio de Rodrigo y su mujer; Susana y Héctor, y los Riaño.
            - No comprendo esta manía que te ha dado. Aquí los dos solos va a ser un aburrimiento, pudiendo hacerlo en casa de Susana, que le tocaba organizarlo este año y prepara esas cenas tan ricas...
            - No sigas con eso, ya lo hemos discutido. Simplemente, no tengo ánimo para salir.
            - Pues bien que saliste la otra noche, con los de la oficina. ¡Estás muy raro!
            - Candela, tengamos la fiesta en paz, no empieces con tus reproches.
            Mientras se comían el cóctel de marisco en silencio, ella rememoró otra nochevieja, la del primer año de casados, y nada tenía que ver con esta. Fue una cena romántica; estaban tan enamorados que después de las uvas y el champagne, bailaron pegados, y el amanecer les sorprendió en el sofá, inaugurando el año con un amor que creían sería eterno. El recuerdo la entristeció. Pensó que lo mismo se estaba equivocando, y un relámpago de mala conciencia cruzó su mente.
            Rodrigo se mostró amable,  y se hizo el simpático, aunque sus chistes y anécdotas habían dejado de resultarle graciosos a su mujer. Fue una velada rara. Los dos se terminaron las uvas a tiempo, brindaron por el nuevo año y se besaron en las mejillas como dos extraños, por compromiso.  “Año nuevo, vida nueva”, dijo ella chocando su copa otra vez. El silencio se impuso entre ambos y nerviosa empezó a recoger la mesa,  él se fue a la alcoba. Cuando terminó en la cocina, su marido seguía en el cuarto y ella se sentó en el sofá, ante la tele, sin prestarle la más mínima atención. Habló por teléfono con su hija, con familiares y amigos mientras ojeaba una revista.
            Aburrida fue al dormitorio y vio que su marido estaba cerrando una maleta grande y tenía sobre una de las camas una bolsa de viaje.
-          ¡Qué haces? ¡No pretenderás hacerme creer que tiene un viaje de negocios…!
-          Yo no pretendo nada. Me marcho. Hace tiempo que pienso que los dos nos merecemos algo mejor que esta vida juntos.
Candela abrió mucho los ojos y se echó a reír con ganas. Sus carcajadas retumbaban en las paredes y Rodrigo la miraba atónito.
-          Espera una escena, pero esto… ¿Debes estar borracha?
-          No, ¡qué va! por una vez en muchos años estoy de acuerdo contigo. He solicitado el divorcio, pronto te llegará la demanda.
           



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