UNA
NOCHE CUALQUIERA
Conde,
sale al escenario y espera a que se haga el silencio. Se sienta en la
silla de enea que queda libre, en el centro, y comienza a dar palmas.
Son como latigazos. Con el pie marca el ritmo. Se le unen las de la Rubi y la guitarra de Antolín. Una suave calidez
envuelve la sala.
Estrella
cierra sus ojos de luna nueva, y de su voz de mimbre y cobre brotan
unos fandangos:
“En
la fuente del cariño sólo mojaste tus labios,
por
eso tu amor no es puro y ha durao tan pocos años..."
La
Rubi, poseída por un impulso irrefrenable, se levanta y con andares
salerosos recorre el pequeño tablao
sin dejar de tocar las palmas. Arquea la cintura y taconea. Da un
golpe de melena y como un tornado, los rizos levantan una ventolera
de azabache y canela; sus manos se mueven igual que pájaros
revoltosos que aletean a su alrededor. La madera canta bajo sus
tacones con una melodía propia y ella parece ajena a la fascinación
que provoca. Todo es sentimiento, giros
y vueltas de mantón de flecos dibujando arabescos.
Quejidos
y cante salen del corazón de Estrella, y con la última palabra un
rasgueo de cuerdas de guitarra que parecen gemir; después, silencio.
Todo queda en suspenso por unos instantes. Luego la explosión de
aplausos y una gran algarabía recorre la sala.
Me gusta mucho el gitaneo.
My bien, Ángela.
Muy flamenca te has puesto. Pues a disfrutarlo.
Como lo disfrutas, para que lo estas bailando al escribirlo.
Para los que somos del norte y nos cuesta entender el flamenco, has hecho una bellísima descripción. Gracias.
http://misrelatosyesteblog.blogspot.com.es/