EL REGALO
En realidad no sé
cómo dirigirme a usted, ya que no la conozco ni sabía de su
existencia, y no he podido reprimir la irrefrenable necesidad de
escribirle esta carta. Le pido disculpas porque lo mismo no le
apetece saber nada de mí.
Mi
nombre es Leticia Prada Ruiz y estoy profundamente impresionada por
lo ocurrido ayer. Entré en el metro, en la estación de El Capricho,
y me senté frente a una mujer que era yo misma. Verme en su cara, en
sus ojos, que reflejaban similar perplejidad, resultaba absurdo,
irreal. Estaba tan turbada que creí que iba a desvanecerme. Todo el
vagón debió darse cuenta de la desazón de dos mujeres idénticas
que se comportaban como si jamás se hubieran visto.
Aún
no sé en qué momento intercambiamos nuestros teléfonos y
concertamos una cita para el día siguiente. Ella dijo que no podía
entretenerse, tenía que recoger a su madre. En aquel momento no lo
pensé, pero imagino que usted también debe ser la mía.
Siempre
creí que era hija única, hasta ayer. Al llegar a casa, no me atreví
a llamar a mi madre y pedirle explicaciones, aunque en mi cabeza
surgían mil preguntas que me atenazaban la
garganta, quemándome, pugnando por salir. ¿Quién es realmente mi
madre? ¿Me arrancaron de sus brazos al nacer? ¿renunció a mí o
a mi hermana? ¿Me entregó a otra pareja? ¿Supo que había tenido
gemelas? ¿Fue todo un engaño o un malentendido? No conozco las
respuestas y no puedo contarle a nadie que las dudas me devoran el
alma. Es muy duro darte cuenta de que has vivido en una mentira, que
ni siquiera sabes quién eres o de dónde vienes. Intento
relajarme. En casa me notan rara, pero no quiero contar lo ocurrido.
No he podido dormir en toda la noche debatiéndome entre la necesidad
de saber más y el miedo a no poder digerir lo que me cuenten.
La
vida sigue y los engranajes de la rutina diaria comienzan a moverse
muy temprano. Me dejo arrastrar por la inercia y se me ocurren mil
historias diferentes que me hacen entender porqué a lo largo de mi
vida a veces me he sentido enferma sin estarlo, o triste sin motivo.
Me doy cuenta de que no es “cosa de nervios”, como decía el
médico cuando me ocurría algo así que nadie podía explicar.
Siempre
soñé con tener hermanos y a menudo sobre todo de cría, me gustaba
fantasear con esa idea. Ahora no sé si estoy enfadada o contenta. No
puedo dejar de pensar y tengo que replantearme muchas cosas. ¿Por
qué ayer? ¿Por qué en una estación de metro que nunca había
estado? Solo quería conocer el parque de El Capricho, parece una
broma del destino.
Me
gustaría conocerla y saber toda la historia, o su versión de la
misma, pero ahora pensar en un encuentro me desconcierta y me
produce cierto miedo. Yo ya tengo una madre a la que adoro y aunque
no necesite otra, una hermana es un regalo por el que espero poder
estar agradecida siempre.
NO PUEDE ESTAR MÁS DE ACTUALIDAD EL RELATO; MUCHAS HISTORIAS Y NO SIEMPRE BONITAS Y CON FINAL FELIZ. AL MENOS EN TU CUENTO LA PROTAGONISTA RECONOCE LA SUERTE QUE TIENE DE HABER DISFRUTADO DE UNA MADRE.
MY BIEN, ÁNGELA
Como dice Pilara, no puede estar más de actualidad, estupuenda hitoria con una buena sorpresa de la protagonista.
El relato tiene un punto de misterio, y un interrogante de esos que se necesita responder. Me gusta. Un abrazo.
Javier