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GRACIAS,
MUCHAS GRACIAS
El
discurso fue largo y escabroso, tocó temas difíciles y que
incomodaron a más de un oyente, sin embargo el orador, que tenía
fama de frío e insensible, estaba contento con su intervención.
Recogió los folios del atril mientras la sala se llenaba de
aplausos, un papel se resbaló y cayó al suelo. Se hizo el silencio
y todos observaron cómo el insigne economista se agachaba a
recogerlo cuando se le escapó una sonora ventosidad que recorrió la
sala llenando el aire de un aroma fétido. Él quería morirse, no se
atrevía a incorporarse para evitar que toda la audiencia pudiera
observar su turbación y el tono encarnado que había adquirido su
serio semblante. Una mujer de la primera fila se puso en pie y
comenzó a aplaudir sin dejar de reír. Su risa fue contagiando a
otros, que se unieron al aplauso que terminó en ovación cerrada.
El conferenciante, más relajado y sonriente ante la incómoda e
inusual situación se acercó de nuevo al micrófono, agradeciendo
los aplausos y a modo de disculpa argumentó "como ven, pese a
lo que dicen mis adversarios, también yo soy humano".
Si es que hay incidentes que se escapan a nuestro control, aunque seas una eminencia.
Muy gracioso.
Una incómoda situación, superada, sin embargo, con elegancia.
El final lo dice todo, hay cosas que nos humanizan. Un estornudo, no estaría tan mal visto y es una necesidad fisiológica análoga. Divertido y reflexivo.
Javier