Hacía una mañana esplendida, soleada, tranquila. Una de esas mañana que apetece salir a la calle, pasear, disfrutar del día. ¿Podíamos visitar el Parque Madrid Río? -propuse- y nos pusimos en marcha.
Sabíamos llegar, pero como el teléfono móvil hace de todo, programamos el lugar para que nos llevara. Como suele ocurrir en más de una ocasión, se puso a recalcular desde que entramos en la M-30 (ahora calle 30), pues se empeño en llevarnos por el centro de la ciudad: Alcalá, Paseo de Prado, Sta. María de la Cabeza, etc. y después de no hacerle ni caso durante siete salidas decidimos obedecerle, más que nada por no oírle; después de rotondas, semáforos y túneles llegamos.
Para entonces la mañana era ya medio día y el cielo estaba totalmente cubierto. La temperatura también se resentía del cambio.
Es un bonito entorno, un lugar de entretenimiento y expansión no sólo para los más pequeños, pues cuenta con columpios, campos de futbol, pistas para bici y patines, grandes toboganes, etc. También es un sitio estupendo para disfrutar de la naturaleza, aunque ahora permanecía un tanto aletargada por el invierno; los árboles con sus ramas desnudas bajo el cielo gris, no invitaban a imaginar una primavera ya próxima.Patos y gaviotas cerca del agua y el Río, nuestro río Manzanares, con bastante más caudal del que cabría esperar con las pocas lluvias caídas últimamente, por no decir nulas.
De cualquier modo, disfrutamos del paseo, recorrimos los 278 metros del puente monumental de la Arganzuela, repartidos en dos brazos. Una obra impresionante del arquitecto Dominique Perrault, que vale la pena conocer. Dicen que es de los más fotografiado en Madrid, y yo para no ser menos también le hice los honores.
Recordé que hace ya muchos años, en ese mismo lugar había otro parque y cuando mi sobrina María era muy pequeña, le encantaba correr por sus paseos. No pude evitar sonreír al venir a mi memoria lo mucho que le gustaba en cuanto hacía calor, meterse en la fuente de la columna, que sigue estando aquí, pero no rodeada de agua, como entonces.
Empezó a refrescar, se hizo tarde y no recorrimos la otra parte del parque, posponiendo la visita hasta que brote la primavera en cada rama, en cada planta.
Sabíamos llegar, pero como el teléfono móvil hace de todo, programamos el lugar para que nos llevara. Como suele ocurrir en más de una ocasión, se puso a recalcular desde que entramos en la M-30 (ahora calle 30), pues se empeño en llevarnos por el centro de la ciudad: Alcalá, Paseo de Prado, Sta. María de la Cabeza, etc. y después de no hacerle ni caso durante siete salidas decidimos obedecerle, más que nada por no oírle; después de rotondas, semáforos y túneles llegamos.
Para entonces la mañana era ya medio día y el cielo estaba totalmente cubierto. La temperatura también se resentía del cambio.
Es un bonito entorno, un lugar de entretenimiento y expansión no sólo para los más pequeños, pues cuenta con columpios, campos de futbol, pistas para bici y patines, grandes toboganes, etc. También es un sitio estupendo para disfrutar de la naturaleza, aunque ahora permanecía un tanto aletargada por el invierno; los árboles con sus ramas desnudas bajo el cielo gris, no invitaban a imaginar una primavera ya próxima.Patos y gaviotas cerca del agua y el Río, nuestro río Manzanares, con bastante más caudal del que cabría esperar con las pocas lluvias caídas últimamente, por no decir nulas.
De cualquier modo, disfrutamos del paseo, recorrimos los 278 metros del puente monumental de la Arganzuela, repartidos en dos brazos. Una obra impresionante del arquitecto Dominique Perrault, que vale la pena conocer. Dicen que es de los más fotografiado en Madrid, y yo para no ser menos también le hice los honores.
Recordé que hace ya muchos años, en ese mismo lugar había otro parque y cuando mi sobrina María era muy pequeña, le encantaba correr por sus paseos. No pude evitar sonreír al venir a mi memoria lo mucho que le gustaba en cuanto hacía calor, meterse en la fuente de la columna, que sigue estando aquí, pero no rodeada de agua, como entonces.
Empezó a refrescar, se hizo tarde y no recorrimos la otra parte del parque, posponiendo la visita hasta que brote la primavera en cada rama, en cada planta.
Es un sitio que cuando los árboles alcancen más desarrollo, puede ser muy agradable para pasear.
Es espacioso y tranquilo.