SEXTO DÍA.
Dejamos el hotel Om Ham Retreat en Ubud y me dio cierta pena, pues era un lugar en el que se respiraba paz y belleza y me había sentido muy bien.
Nos dirigimos hacia el Norte de la Isla por Bedugul.
Visitamos Jutiluwih, las terrazas de arroz que son consideradas las más hermosas de Bali, y forman parte del patrimonio de la Unesco.
En el camino encontramos pequeños establos con vacas.
Se escuchaba música, un grupo de chicos cantaba y tocaban con sus flautas, guitarras y bongos bajo unos cañizos.
Paseamos entre arrozales admirando la belleza de los mismos.
Como Bali es una isla que tiene abundante agua y un clima cálido es especialmente fértil y el arroz y las frutas tropicales se dan muy bien, aunque al parecer cuando nosotros estuvimos allí nos hablaron de que habían tenido un largo periodo de sequía.
Es un lugar precioso, un jardín con flores de todos los colores que destacan con las construcciones oscuras.
El suelo está decorado con elementos geométricos y flores en piedrecitas de colores, como si fueran teselas de pequeños mosaicos.
Nuestro guía nos explicó que habían tenido una etapa de sequía y que nunca había visto tan bajo el nivel del agua.
Es uno de los templos más hermosos de Bali y seguro que lo habéis visto en fotografía algunas veces, pues es además de los más conocidos. A mí me encantó, pues ya sabéis los que me conocéis que las flores y la jardinería son unas de mis pasiones.
Dejamos el hotel Om Ham Retreat en Ubud y me dio cierta pena, pues era un lugar en el que se respiraba paz y belleza y me había sentido muy bien.
Visitamos Jutiluwih, las terrazas de arroz que son consideradas las más hermosas de Bali, y forman parte del patrimonio de la Unesco.
Es impresionante, pues además de los arrozales, las laderas de las terrazas están rodeadas de palmeras.
Hacía muchísimo calor. Realizamos a pie una ruta por los arrozales, admirando la belleza del paisaje, dejando que nuestros ojos se llenaran de verdes.
En el camino encontramos pequeños establos con vacas.
Se escuchaba música, un grupo de chicos cantaba y tocaban con sus flautas, guitarras y bongos bajo unos cañizos.
Paseamos entre arrozales admirando la belleza de los mismos.
Como Bali es una isla que tiene abundante agua y un clima cálido es especialmente fértil y el arroz y las frutas tropicales se dan muy bien, aunque al parecer cuando nosotros estuvimos allí nos hablaron de que habían tenido un largo periodo de sequía.
Además, los campesinos agradecen a los dioses, especialmente a Dewi Sri, que es la diosa del arroz, las buenas cosechas, pues sienten que hay una fuerza divina que les ayuda cada día.
Paramos a tomar un refresco y descansar en un pequeño bar, en medio de los campos, un agua de coco y frutos secos, riquísimos, nos hicieron recuperar energía para seguir.
Cada vez hacía más bochorno, pues el cielo se iba nublando, y antes de terminar la ruta nuestro guía vino a nuestro encuentro. Entre las fotos, el paseo, las paradas y el descanso tardamos más de lo que tenía previsto.
Seguimos camino hacia Ulum Danau Beratan, templo del agua en el lago.
Ulum Danau Beratan
Ulum Danau Beratan fue construido en el siglo XVII sobre el lago Bratan, el segundo más grande de la isla. Está dedicado a Dewi Danu, diosa del agua y es un lugar de peregrinación sobre todo para los campesinos, que lo visitan para pedir agua para sus cultivos.
El lago Bratan, formado en el cráter del antiguo volcán Mount Catur, se encuentra a uno 1200 metros de altitud y está rodeado de verdes montañas. Normalmente está cubierto por una suave neblina, aunque el día de nuestra visita la neblina era espesa y se juntaba con las nubes.
Dentro del templo había gente haciendo fotos, que luego podías comprar.
Esta zona parece que normalmente está cubierta por el agua. Es un lugar precioso, un jardín con flores de todos los colores que destacan con las construcciones oscuras.
El suelo está decorado con elementos geométricos y flores en piedrecitas de colores, como si fueran teselas de pequeños mosaicos.
Nuestro guía nos explicó que habían tenido una etapa de sequía y que nunca había visto tan bajo el nivel del agua.
Con el cielo totalmente cubierto la luz era especial y parecía intensificar los colores, por lo que resaltaban mucho los tonos vivos.
Dicen que cuando sube el agua parece que el Templo está flotando en el lago y es impresionante, aunque en esta ocasión el agua estaba muy baja, como puede verse en la foto.
Esta puerta me pareció preciosa, con esos colores en madera labrada policromada, que se recortaba sobre un cielo encapotado.
Al Templo del agua en el lago acuden tanto hinduistas como musulmanes, y también hay una parte reservada para los budistas, que me gustó especialmente.
Al Templo del agua en el lago acuden tanto hinduistas como musulmanes, y también hay una parte reservada para los budistas, que me gustó especialmente.
Se aproximaba la hora de comer y la amenaza de lluvia era inminente. Todo se oscureció de pronto, como si cayera la tarde, y casi corriendo nos encaminamos al restaurante. Empezó a llover con fuerza y hacía fresco, así que decididos comer allí mismo. La verdad es que nos pareció la mejor opción, teniendo en cuenta la que estaba cayendo fuera, aunque el menú no fuera muy apetecible.
Un ruido espantoso, estridente, nos asusto. Fue un rayo que cayó muy cerca. Toda la gente desapareció de pronto.
Mientras comíamos veíamos la tormenta, y puedo aseguraros que fue, con diferencia, la peor comida de todas las que hice en Bali.
Cada vez llovía más y el coche estaba lejos, así que Putu fue a buscarlo y lo acercó lo más que pudo al templo, pero aún así cuando nos sentamos dentro estábamos mojadas y tuvo que poner la calefacción.
La visita a unas cataratas que había de camino a nuestro nuevo alojamiento no pudimos hacerla, pues la tarde era lluviosa y desapacible.
Llegamos a Ulum Danau Beratan, nuestro hotel en la montaña, con frío, pero mientras hacíamos el check in nos ofrecieron un delicioso té con especies, muy caliente, que nos entono e hizo entrar en calor.
Las nubes se fueron disipando y volvimos a ver el sol y un maravilloso atardecer fue la mejor bienvenida.
Estábamos alojadas en cabañas independientes, el camino hasta la nuestra era estrecho y olía maravillosamente, y nos explicó Putu que el aroma procedía de los árboles de clavo, incluso cogimos algunas semillas.
Después de recorrer la cabaña y fijarnos en cada detalle, nos instalamos, aunque no deshicimos las maletas pues no había armario, sino unos percheros, así que simplemente colgué algunas prendas y aprovechamos para disfrutar de las vista del atardecer desde nuestra terraza de madera sobre la selva.
Las camas, con las mosquiteras, muy de agradecer sobre todo aquí, que entre las paredes y el tejado había un espacio por donde entraba el aire y podían entrar los bichos que querían, lo que resultaba un tanto inquietante, por lo que bajo el tul me sentiría más protegida, sobre todo escuchando los sonidos de animales que llegaban de fuera.
Y mientras caía el sol tuvimos tiempo de dar una vuelta por la zona, visitar la cabaña de Alejandra y Carolina y encontrarnos en el bar-cafetería, otra pequeña construcción de madera al lado de una cascada, que tenía una planta alta con vistas preciosas y se convirtió en nuestro lugar de encuentro para charlar y meditar, aunque aquella noche estuvimos jugando con las palabras y pensamientos y fue muy divertido. Estábamos pletóricas.
Después cenamos y tras la sobremesa y el repaso del día nos retiramos cada una a su cabaña, al día siguiente visitaríamos las cataratas, pero esto podréis leer en la siguiente entrada.