Graziela
SEXTO DÍA.
Dejamos el hotel Om Ham Retreat en Ubud y me dio cierta pena, pues era un lugar en el que se respiraba paz y belleza y me había sentido muy bien. 

Nos dirigimos hacia el Norte de la Isla por Bedugul. 













Visitamos Jutiluwih, las terrazas de arroz que son consideradas las más hermosas de Bali, y forman parte del patrimonio de la Unesco.
Es impresionante, pues además de los arrozales, las laderas de las terrazas están rodeadas de palmeras.
Hacía muchísimo calor. Realizamos a pie una ruta por los arrozales, admirando la belleza del paisaje, dejando que nuestros ojos se llenaran de verdes. 










En el camino encontramos pequeños establos con vacas.





Se escuchaba música, un grupo de chicos cantaba y tocaban con sus  flautas, guitarras y bongos bajo unos cañizos. 
Paseamos entre arrozales admirando la belleza de los mismos.
Como Bali es una isla que tiene abundante agua y un clima cálido es especialmente fértil y el arroz y las frutas tropicales se dan muy bien, aunque al parecer cuando nosotros estuvimos allí nos hablaron de que habían tenido un largo periodo de sequía.
Además, los campesinos agradecen a los dioses, especialmente a Dewi Sri, que es la diosa del arroz, las buenas cosechas, pues sienten que hay una fuerza divina que les ayuda cada día. 

Paramos a tomar un refresco y descansar en un pequeño bar, en medio de los campos, un agua de coco y frutos secos, riquísimos, nos hicieron recuperar energía para seguir.










Cada vez hacía más bochorno, pues el cielo se iba nublando, y antes de terminar la ruta nuestro guía vino a nuestro encuentro. Entre las fotos, el paseo, las paradas y el descanso tardamos más de lo que tenía previsto. 
Seguimos camino hacia Ulum Danau Beratan, templo del agua en el lago.
Ulum Danau Beratan

Ulum Danau Beratan fue construido en el siglo XVII sobre el lago Bratan, el segundo más grande de la isla. Está dedicado a Dewi Danu, diosa del agua y es un lugar de peregrinación sobre todo para los campesinos, que lo visitan para pedir agua para sus cultivos.


El lago Bratan, formado en el cráter del antiguo volcán Mount Catur, se encuentra a uno 1200 metros de altitud y está rodeado de verdes montañas. Normalmente está cubierto por una suave neblina, aunque el día de nuestra visita la neblina era espesa y se juntaba con las nubes.
Dentro del templo había gente haciendo fotos, que luego podías comprar.
Esta zona parece que normalmente está cubierta por el agua. 

 Es un lugar precioso, un jardín con flores de todos los colores que destacan con las construcciones oscuras. 

El suelo está decorado con elementos geométricos  y flores en piedrecitas de colores, como si fueran teselas de pequeños mosaicos. 
 Nuestro guía nos explicó que habían tenido una etapa de sequía y que nunca había visto tan bajo el nivel del agua.
Con el cielo totalmente cubierto la luz era especial y parecía intensificar los colores, por lo que resaltaban mucho los tonos vivos.














Es uno de los templos más hermosos de Bali y seguro que lo habéis visto en fotografía algunas veces, pues es además de los más conocidos. A mí me encantó, pues ya sabéis los que me conocéis que las flores y la jardinería son unas de mis pasiones. 

Dicen que cuando sube el agua parece que el Templo está flotando en el lago y es impresionante, aunque en esta ocasión el agua estaba muy baja, como puede verse en la foto.



















Esta puerta me pareció preciosa, con esos colores en madera labrada policromada, que se recortaba sobre un cielo encapotado.


Al Templo del agua en el lago acuden tanto hinduistas como musulmanes, y también hay una  parte reservada para los budistas, que me gustó especialmente.
Se aproximaba la hora de comer y la amenaza de lluvia era inminente. Todo se oscureció de pronto, como si cayera la tarde, y casi corriendo nos encaminamos al restaurante. Empezó a llover con fuerza y hacía fresco, así que decididos comer allí mismo. La verdad es que nos pareció la mejor opción, teniendo en cuenta la que estaba cayendo fuera, aunque el menú no fuera muy apetecible. 
Un ruido espantoso, estridente, nos asusto. Fue un rayo que cayó muy cerca. Toda la gente desapareció de pronto.
Mientras comíamos veíamos la tormenta, y puedo aseguraros que fue, con diferencia, la peor comida de todas las que hice en Bali. 
Cada vez llovía más y el coche estaba lejos, así que Putu fue a buscarlo y lo acercó lo más que pudo al templo, pero aún así cuando nos sentamos dentro estábamos mojadas y tuvo que poner la calefacción.
La visita a unas cataratas que había de camino a nuestro nuevo alojamiento no pudimos hacerla, pues la tarde era lluviosa y desapacible.
Llegamos a Ulum Danau Beratan, nuestro hotel en la montaña, con frío, pero mientras hacíamos el check in nos ofrecieron un delicioso té con especies, muy caliente, que nos entono e hizo entrar en calor.
 Las nubes se fueron disipando y volvimos a ver el sol y un maravilloso atardecer fue la mejor bienvenida.
Estábamos alojadas en cabañas independientes, el camino hasta la nuestra era estrecho y olía maravillosamente, y nos explicó Putu que el aroma procedía de los árboles de clavo, incluso cogimos algunas semillas. 
Después de recorrer la cabaña y fijarnos en cada detalle, nos instalamos, aunque no deshicimos las maletas pues no había armario, sino unos percheros, así que simplemente colgué algunas prendas y aprovechamos para disfrutar de las vista del atardecer desde nuestra terraza de madera sobre la selva.
 Las camas, con las mosquiteras, muy de agradecer sobre todo aquí, que entre las paredes y el tejado había un espacio por donde entraba el aire y podían entrar los bichos que querían, lo que resultaba un tanto inquietante, por lo que bajo el tul me sentiría más protegida, sobre todo escuchando los sonidos de animales que llegaban de fuera. 
Y mientras caía el sol tuvimos tiempo de dar una vuelta por la zona, visitar la cabaña de Alejandra y Carolina y encontrarnos en el bar-cafetería, otra pequeña construcción de madera al lado de una cascada, que tenía una planta alta con vistas preciosas y se convirtió en nuestro lugar de encuentro para charlar y meditar, aunque aquella noche estuvimos jugando con las palabras y pensamientos y fue muy divertido. Estábamos pletóricas. 
Después cenamos y tras la sobremesa y el repaso del día nos retiramos cada una a su cabaña, al día siguiente visitaríamos las cataratas, pero esto podréis leer en la siguiente entrada.












Graziela

CUARTO DÍA.  
Nos levantamos temprano e hicimos la meditación y un ratito de medicina energética cerca de la estatua de Ganesha, en el jardín.
Un estupendo desayuno antes  de salir hacia Kintamani, un pueblo de montaña situado a 1400 metros de altura sobre el nivel del mar.


Desde el pueblo pudimos contemplar el Volcán Batur de 1717 metros, que se mantiene activo y el Lago Batur a sus pies, aunque el día no estaba claro y no pudimos verlo bien.  
Visitamos Besakih, el Templo Madre, es el más grande de la isla, compuesto por 22 templos diferentes, y el más antiguo. Los balines acuden a rezar y depositar sus ofrendas, la parte central es para todos los hinduistas, luego cada uno puede dirigirse a la zona que le corresponde dentro del complejo de templos, según al clan que pertenecen, en base a la dedicación o al oficio que ha ejercido su familia. Es el tempo más sagrado de Bali. 
Está reservado para sus ritos religiosos y por eso no se puede entrar y nos quedamos en "las puertas del cielo". 
Se sitúa en el Monte Agung, el más elevado de la isla.  




Los templos son impresionantes, resalta mucho el color oscuro de la piedra, la tierra, la madera y el cañizo de los tejados, que sufre mucho deterioro y los tienen que estar arreglando o renovando constantemente, por eso alguno estaban en obra. 

Me llamó la atención la altura que alcanzan las construcciones.
Me encantó la energía que había en este lugar, era muy especial, y arriba del todo, aunque el día no era muy claro cuando subimos, las vistas eran espectaculares; ver todos los tempos desde allí, con el silencio solo roto por los trinos de los pájaros y el sonidos musicales de los móviles que colgaban del techo de la tienda, me pareció muy relajante. Es un recuerdo muy grato que me traslada a aquel momento.

No solo lo noté yo, nos sentimos tan a gusto todas, que al bajar decidimos hacer una meditación y Putu nos buscó un lugar tranquilo y un poco alejado. Apenas había gente por la zona. Nos colocamos formando un círculo, con una de nosotras situada en el centro, tocándonos las demás pies con pies, como si formaremos una estrella a su alrededor, y así fuimos trabajando lo que necesitábamos en ese momento cada una, para sanarlo "Lo siento, perdóname, gracias, te quiero". Fueron momentos mágicos, en los que creo que el grupo estuvo más conexionado que nunca antes. Toda una experiencia.
Después bajamos hasta el lago Batur, disfrutando de sus preciosas vistas mientras comíamos y nuestro guía, nos explicaba curiosidades e historia de esta zona. 

Tuvimos mucha suerte con el guía, no en vano fue elegido por Montse, personalmente, pues Putu es un hombre culto, estudió perito agronomo y además sabe mucho de historia y tradición de Bali, habla perfectamente español y es una bellísima persona, siempre dispuesto a contarnos cosas y satisfacer nuestras dudas respecto a todo lo que nos llamaba la atención en las visitas y paseos. 















Al terminar de comer nos sumergimos en las piscinas termales. Cada una tenía una temperatura que iba desde caliente y muy caliente,  hasta achicharrante. A mi que me encanta el agua calentita las probé toda y me instalé en la que está situada más abajo, con el agua a menos grados, en una sombra y era una delicia estar allí, viendo el lago de frente.

Coincidimos en las piscinas con un grupo de hombres españoles, de Cataluña, que eran moteros y estaban recorriendo Bali, nos explicaron que cada año se reunían para conocer un país en moto. Eran simpáticos, aunque a mí, en ese momento me apetecía más disfrutar del entorno y escuchar el agua que charlar, así que me fui a otra piscina a estar conmigo.
De regreso al hotel pasamos por caminos entre aldeas y campos de arroz y nos detuvimos en un mirador a ver caer la tarde sobre el lago, con unas vistas maravillosas. Fue el único sitio en el que me sentí agobiada por el acoso de los vendedores, que a toda costa querían colocarnos algo (sarones, pulseras, colgantes, etc) 
Antes de llegar al hotel paramos en un supermercado para comprar fruta y otras cosas que algunas necesitaban, además queríamos algún cuaderno para escribir, yo encontré un montón en el mostrador, con portadas muy monas, que fuimos eligiendo, lo curioso es que todos tenían nombre y alguna página escrita, fue un momento muy divertido, pues estábamos dispuestas a comprarlos aunque estuvieran empezados, sin embargo no estaban a la venta, y las risas nos duraron un buen rato, de hecho cuando lo recordábamos volvíamos a reír a carcajadas.

Esa noche decidimos bajar a cenar a Ubud, y tomar una copa, pues no nos quedaba mucho tiempo en la ciudad. Elegimos una pizzería, por variar y salir de los sabores balines y después caminamos por la calle del Bosque de los Monos hasta los locales de copas que conocía Montse, donde tocaban música en vivo, entramos en unos y otros y como lo que nos apetecía era bailar había uno en el que tocaban salsa y nos quedamos allí hasta que se despidieron  los músicos. Me llamó la atención que la gente bailaba muy bien,  había profesores de baile y ellos iban sacando a las chicas, que seguro eran sus alumnas, pues estaban muy compenetrados.
En la misma calle, mas arriba, había una discoteca enorme, que tenía hasta piscina y allí seguimos bailando. Lo hacíamos formando un circulo, que se estaba convirtiendo en una seña de identidad del grupo, algunas chicas se unían y el círculo se iba agrandando,  llegó un momento en que todas las mujeres que había bailando lo hacíamos dentro del mismo circulo, turnándonos entre unas y otras para hacerlo en el centro, fue muy divertido y curioso ver la complicidad de tantas mujeres desconocidas. 

QUINTO DÍA

 












Teníamos el día libre, después de la meditación matutina y el magnífico desayuno del hotel, mi comida preferida en Bali, al aire libre, disfrutando de los arrozales y viendo a unos hombres bajar cocos de las palmeras, elegimos acudir a una sesión de terapia con sonido. Duraba hora y media y se realizaba en una pirámide, en un centro especial, preparado para ese fin, otras clases y terapias.

Allí se respiraba calma. Salimos muy relajadas.
Fue toda una experiencia, al salir Montse nos esperaba en la cafetería, pues íbamos a ir a comer a Ubud y allí cada una decidiría lo que quería hacer esa tarde.
Yo tenía muy claro que no quería irme de la ciudad sin visitar el Santuario de los Monos, y aunque nadie más quiso apuntarse fui sola. 
Caminar tranquila, llegar al "Monkey Forest. Sanctuary" (Bosque de los Monos), fue lo mejor para bajar la comida. Y ya fuera pude observar a los traviesos primates caminando por los cables de la luz, saltando los tejados e incluso paseando por las tapias. 
Dentro del Bosque hacía fresco y vi en los folletos que era enorme, así que me lo tomé con calma.

El objetivo principal del Santuario Sagrado del Bosque de los Monos es conservar el área basándose en la corriente filosófica del Hinduismo Tri Hita Karana, cuyo significado es ("tri" tres; "Hita" felicidad y "Karana" manera) "tres maneras de obtener bienes físico y espiritual".  La esencia de esta doctrina es conseguir una relación en armonía con la vida: entre los seres humanos y su medio ambiente y entre los humanos con el Dios supremo.






Este Santuario Sagrado es un destino turístico creado para divulgar paz y armonía entre los visitantes, estando en el corazón de la ciudad también posibilita la conservación de plantas y especies, tal como plantas para rituales y es utilizado como laboratorio natural para instituciones educativas.


Los monos que habitan este Santuario son conocidos como Monos Balines de cola larga. Viven unos 900 monos, divididos en siete grupos: en frente del templo principal, Michelin, zona este, zona central, zona cementerios, nuevos bosques y sur. 






Yo recorrí todas estas zonas y la verdad es que notaba que unos eran más tranquilos que otros, y los que había cerca de la sala de exposiciones eran muy agresivos entre ellos, o lo mismo estaban defendiendo su territorio, no lo sé, pues asistí a alguna pelea, bastante violenta.

















Me encantó verles jugar, llevar a los bebes a su espalda, saltar, colgarse de lianas y hacer mil monerías. Siempre me ha gustado observarles, me parece que hay algo humano en su mirada, cosas mías, aunque aquí advertían que no se les debe mirar directamente a los ojos, así que tuve cuidado, y me divertí con ellos. 

Es un lugar precioso, lleno de rincones encantadores en los que es un placer perderse, si os gustan los monos y  los parques no dejéis de visitarlo si alguna vez estáis en Ubud.






Pase horas caminando por el Santuario Sagrado del Bosque de los Monos, disfrutando del paseo, y también vi como les ponían la comida y a que velocidad se la comían.  


Cuando me quise dar cuenta, empezaba a caer la tarde y yo había quedado con Alejandra y Carolina para tomar algo después de sus compras y volver al hotel juntas.  Al volver a la zona comercial para encontrarme con ellas vi a los chicos moteros de las piscinas termales y me invitaron a unirme a ellos en su fiesta particular, pero se les veía "demasiado animados" de tanta cerveza y decline amablemente su invitación.

Antes de volver al hotel tomamos algo y así terminó nuestra última noche en Ubud, pues al día siguiente salíamos hacia el Norte de la Isla, vía Bedugul.