SU
PROGRAMA
Buenas tardes. Aquí estamos una
semana más en su programa “LA FLOR DEL CEREZO”, el anuncio de una primavera, la
promesa de jugosos frutos.
Hoy tenemos con nosotros a Salobrar,
una mujer de 34 años que quiere empezar una nueva vida, y hacerlo sin mentiras.
Estaremos también en casa de Maruja, su madre, que está dispuesta a escuchar lo
que tiene que decirle. Y luego habrá más sorpresas… Como siempre. Así que,
siéntense cómodamente y sin más dilación comencemos con las presentaciones.
– Buenas tardes Salobrar. Bienvenida.
– Gracias Mariel. Estoy un poco
nerviosa.
– Tranquila, que aquí estas entre
amigas. Cuéntanos ¿Por qué has querido venir al programa?
– Me ha costado mucho dar este paso.
Mi padre estaba muy enfermo, lo hemos pasado todos fatal, y tras mucho
sufrimiento, falleció hace un año. Ya estoy cansada de tener que ocultar una
parte importante de mi vida, por eso he venido.
– Bueno, la muerte de un ser querido
es una situación muy dura por la que todo, en un momento u otro tenemos que
pasar.
– Sí, es cierto. Ahora mi madre se
ha recuperado un poco de la perdida y yo necesito continuar mi camino, dar un
paso más en la relación que mantengo hace años, y de la que no me he atrevido a
decir nada en casa, por miedo al rechazo.
– ¿Y qué te hace pensar que habrá un
rechazo?
– No es fácil. Conozco a mi familia
y sé que va a ser un duro golpe para ellos, sobre todo para mi madre. Pero no puedo
seguir así –Salobrar hace una pausa emocionada– Vivo en una mentira. Hace
tiempo pedí el traslado a Badajoz y me lo han concedido. El mes que viene me
incorporaré y mi novio se vendrá conmigo.
– Bueno, de momento lo vamos a dejar
ahí. Vamos a conectar con tu madre. Doy paso a mi compañera Elvira Romero, que
se encuentra con Mariel en su casa de Pasaron de la Vera. Buenas tardes Elvira.
En la pantalla aparece la
presentadora con una mujer de mediana edad, arreglada como para ir de boda; repeinada
y con una flor en la cabeza a modo de tocado. Está sentada en una butaca y no
deja de frotarse las manos nerviosas.
– Hola Mariel. Estamos aquí en casa
de Salobrar, con su madre, dispuesta a escuchar lo que tiene que decirle su
hija. –empieza la presentadora y le acerca el micrófono a la señora que la
acompaña.
– Buenas tardes Mariel. Siempre veo
su programa, me gusta mucho y las historias que salen son muy tremendas. Casi
siempre me hacen llorar. Es muy bonito. Nunca pensé salir en programa. Y mira…
– Gracias Maruja. Sobre todo por
dejarnos entrar en su casa y compartir con usted este importante momento. Sé
que Salobrar va a dar un paso definitivo y difícil. ¿Cómo se siente usted?
– Estoy muy emocionada, nerviosa y preocupada también.
Salo siempre fue una chica muy reservada. Ni sabía que tenía novio ¡Menuda
sorpresa! ¿Qué calladito lo tenían!
– ¿Y por qué cree que será? ¿Qué
quiere usted decirle a Salobrar?
– Pues no lo sé. No entiendo que no
haya dicho nada.
– Ella dice que tenía miedo a su
reacción y a la de la familia y vecinos.
– Nosotros somos gente normal y
corriente. Si tiene miedo será que hay algo malo esa relación. Pero es mi hija,
una buena chica, y respetaré su elección. Lo importante es que se case con el
hombre que quiera, como me pasó a mí con mi difunto Oscar, que dios tenga en su
gloria. –y saca un pañuelo del bolsillo y se enjuga una lagrimita que se le ha
escapado. Claro que si su novio es negro o un moro…
– ¿Qué pasaría entonces?
– No es que sea yo racista, pero no
me haría ninguna gracia. ¡Menudo escandalo…! ¡Qué vergüenza! Andar en boca de
todo el pueblo.
– Bueno, tranquila. No adelantemos
acontecimientos. Será mejor que escuche a Salobrar.
– Madre, te quiero y te respeto; nunca
he querido hacerte sufrir. Las cosas salieron así, ninguno de los dos lo
buscamos. Nos vamos a ir juntos a vivir a Badajoz, y nos gustaría que tú y el
resto de la familia lo entendáis. Nos queremos desde que yo era una cría. Sé
que es el amor de mi vida. Un hombre bueno, cariñoso y atento, que me ha
demostrado que me quiere durante todo este tiempo. Además, sé que tú también le
aprecias. Se ha portado muy bien con nosotras y con padre.
– ¿Qué lo aprecio? ¡Así que lo
conozco…? –Dijo Maruja con los ojos muy
abierto, como hablando para sí– No, no, no ¿no será un hombre casado? –tartamudeó,
nerviosa, sin dejar de mirar la foto de su marido que está en la mesita de al
lado.
La presentadora, viendo la turbación
de la señora, dio orden para que entrara Paco, el misterioso novio, que muy
sonriente se acercó a Salobrar y la dio un beso en los labios, cogiéndose ambos
de la mano para tomar asiento; mientras se escuchaba una música romántica y los
aplausos de los espectadores del plató. Al mismo tiempo, en la pantalla del
fondo se veía que la madre de la chica saltó de la butaca, como si estuviera
sentada en un brasero y se acercaba al monitor como poseída, con ojos
desorbitados. –No puede ser, no puede ser. Esto es una puñalada trapera– dijo
incrédula, arrancándose la flor del pelo y lanzándose contra su televisor.
Elvira la presentadora intentaba tranquilizarla, aunque tampoco sabía lo que
estaba ocurriendo, incapaz de controlar a aquella mujer furibunda.
– Si tú hermano levantara la cabeza
te mataba. "Piiiiii, pedazo de piiiii". Toda la vida engañándonos ¡Te
voy a hacer picadillo…! Como has podido, con mi hija, tu propia sobrina. Por
eso lo llevabais en secreto. Sois dos viciosos, unos desalmados. Hacernos esto…
– Madre no te pongas así… Nos
queremos…
– ¿Y, tú? "Piiii so piiii", mala hija.
¡Cállate!, no quiero volver a verte en la vida. Como has podido liarte con tu
tío.
– Vamos Maruja, es su hija. Lo único
que pretenden es ser felices. Ayúdelos –intervino Mariel conciliadora.
– ¿Ayudarles? ¡Casamentera de mierda!
Tú lo sabías, y me has traído a este circo. Ahora lo sabe toda España. ¡Desgraciadossssss!
Dijo mientras empujaba a Elvira y a mamporros echaba de su casa al cámara, al
técnico de sonido y a la presentadora. Y la pantalla quedó en negro. Luego
apareció la flor del cerezo.
Salobrar sollozaba entre los brazos
de Paco, que intentaba tranquilizarla. No siempre las cosas salen como nos gustaría -dice Mariel- que da paso a los anuncios.