jun
08
CHAPINERÍA
Pronto
terminará el curso y, aunque este año no pensábamos hacer la excursión, al
final Josefina, la profe de gimnasia, la ha organizado, con menos tiempo de lo
habitual, pero ha resultado igual de agradable que en ocasiones anteriores.
Chapinería
ha sido el lugar elegido, un pequeña población a solo 51 km. de Madrid. A las
8,30 horas, puntuales todas a la cita, salimos por la M-40, para coger la M-501. La primera sorpresa de
la mañana se presentó nada más abrir las puertas el minibús y ver la amplia
sonrisa de Inma, su conductora, con la
que ya habíamos coincidido cuando fuimos a Valverde.
Entre
las compañeras estaba Carmen, que esperaba con especial interés y algo nerviosa llegar al
pueblo, para rememorar las largas temporadas pasadas en él con sus abuelos, que
eran de allí; a todas nos contagió su expectación por recorrer lugares
conocidos, que no sabía si sería capaz de reconocer con el paso de los años.
La
dinamizadora del Ayuntamiento de Chapinería, que nos acompañaría en nuestro
recorrido y nos explicaría su historia, curiosidades y características también
se llamaba Inma, nos esperaba en la plaza, donde aprovechamos la ocasión para entrar
en un bar y tomar un café; bueno, en mi caso fue un zumo, pues hacía mucho
calor.
Chapinería,
uno de los términos municipales más pequeños de la Sierra Oeste de Madrid, cuenta
con 25,4 kilómetros cuadrados. La piedra berroqueña es la construcción típica
chapinera.
Además
es Zepa 56, lo que indica que estamos en una zona de protección de aves. Dimos
un paseíto por el pueblo y las construcciones y lugares más destacados, entre
los que se encuentra la Iglesia de la Concepción, Virgen de Rosario, aunque no
pudimos verla por dentro porque se encontraba cerrada en ese momento. Fue
construida en el siglo XVIII y la torre, que es posterior, data del XIX.
Después
visitamos el Palacio de los Marqueses de la Sagra, del siglo XVII, que en
principio fue utilizado como pabellón de caza por sus dueños, aunque
posteriormente se instalaron en él para vivir; durante la guerra se convirtió
en polvorín y más tarde se usó como preventorio, para alojar a los leprosos.
Carmen
estaba muy contenta, pues se acordaba del sitio y vinieron a su memoria
anécdotas de tiempo pretéritos que nos fue relatando.
En
la actualidad se celebran en su patio los conciertos, y observamos el
escenario que tenían instalado. Ha sido ubicada
en ese mismo palacio la biblioteca, que juega un papel muy importante en la
vida cultural de la villa que, como pudimos comprobar, es bastante activa.
Aunque sus puertas estaban cerradas, tuvieron la gentileza de abrirlas para
nosotras y mostrárnosla. Era más grande de lo que imaginaba, con ventanales que daban a un parque; con modernas
instalaciones, una parte dedicada a los más pequeños, otra con ordenadores y
acceso a internet; también zona de préstamos de películas y de música. Un lugar
muy agradable que invita a la lectura y recorrimos deteniéndose cada una en la
parte que más llamaba su atención.
Pudimos
disfrutamos de una interesante exposición de fotografía con imágenes antiguas y
al lado otra instantánea del mismo lugar en la actualidad. Entre ellas
aparecían rostros de habitantes de gentes que vivieron allí en lugares
emblemáticos para que se pudiera a apreciar la diferencia. Entre aquellas
viajas fotos nuestra compañera creyó reconocer a su abuela y fue un momento
especialmente emocionante para todas.
Nuestra
guía nos contó que la zona había recibido el premio María Moliner, de lo que
como es lógico se sentían muy orgullosos.
Seguimos
viendo las casas y sus construcciones, Becerriles. Por el camino de Calvario
llegamos a El Bombo, un lugar para albergar caminantes, que tiene la
característica que está construido sobre la roca, sin cimientos.
Después
vimos la Ermita del Santo Ángel, un lugar muy solicitado para celebrar
ceremonias, pues al estar enclavado en alto resulta muy bonito.
Parque
del Pozo Airón, con su laguna.
Pensábamos
seguir una ruta que comienza al final de aquella calle; Inmaculada comentó que
había otra de aproximadamente la misma extensión, en torno a los 4,5 km., que
tenía un poco más de dificultad, pero que a ella le resultaba más bonita, "Senda de las Lagunillas" y decidimos
cambiar el itinerario; nuestra conductora, siempre dispuesta a ayudar, nos
llevó hasta allí en el minibús, pues estaba justo al otro lado del pueblo.
La
vista desde el mirador, de un gran encinar y monte bajo, era estupenda en el
Centro del Águila, y desde allí comenzamos la ruta.
Un
camino agradable para la vista, aunque debido a las altas
temperaturas la vegetación primaveral no se mostraba en todo su esplendor, y la floración de retamas y cantuesos, que siempre alegra tanto el campo con pinceladas de amarillo y morado, ya estaba un poco pasada, aunque vimos escaramujos en flor, zarzas, acebuches y florecillas unos preciosos cardos, que ponían la nota de color entre tantos tonos trigueños de la hierba seca, y muchas encinas.
Es una zona con
mucha caza, pues descubrimos los agujeros de los conejos y además la ruta está adaptada preparada para personas con dificultades visuales, pues tiene a lo largo del camino unas cuerdas, para que los senderistas puedan agarrarse a ellas y caminar de forma más tranquila a lo largo de la ruta.
Después
de terminar y descansar un rato, volvimos al autocar y nos detuvimos en un bar
para comprar bebidas frías, y algunas aprovecharon para tomarse una cervecita o
un refresco, que bien merecido lo teníamos después de la caminata.
De pronto, el
cielo se oscureció (no sabemos si influyeron nuestras canciones, pues no siempre dábamos el tono, sobre todo yo que casi nunca lo encuentro), y los nubarrones negros vinieron acompañados de un fuerte viento; recogimos rápido, y cuando caían las primeras gotas nos fuimos a tomar café, para comentar la excursión y muchas otras cosas, que
cuando se está a gusto y en buena compañía se pasa el tiempo sin sentir. Y al final no llovió aunque el cielo era de lo más amenazante.
Tengo que confesar que espero estas salidas con ilusión, y agradezco a mis compañeras el buen rato que
paso con ellas y sobre todo a Josefina, pues es la principal artífice de las excursiones, quien pone ilusión y su buena disposición para organizarlo todo, además se preocupa y se encarga de que salga bien. Espero que el próximo curso podamos reunirnos para salir al campo y pasarlo igual de bien.
De vuelta a casa, cansada físicamente, pero relajada y tranquila, dispuesta a tomar una ducha rápida y salir corriendo para llegar a tiempo a la presentar el último libro de TAF, esa misma tarde y es que hay tiempo para todo.