Graziela


BUENOS PROPÓSITOS

            Casi todos, cuando termina un año solemos hacer buenos propósitos para afrontar el que comienza; inevitablemente caía en el tópico de  hacer más ejercicio, adelgazar, dejar de fumar, no enfadarme tanto, quitarme el stress… y es que apuntarme a un gimnasio nunca me funcionó. Lo había probado y solo de pensar en calzarme las deportivas al volver  de la oficina, y llegar a casa medio arrastrándome después de una hora de actividad física,  por no hablar del hambre que  producía, me daba escalofríos. He practicado agua-gym, danza oriental, taichí, bailes de salón, pilates y un largo etc. Y el resultado siempre era el mismo: aguantaba lo que tardaban en pasarme el recibo del segundo trimestre y solo asistía a clase de ciento en viento, y más por mala conciencia que por verdadero interés. Así que me lo replantee todo para el 2014. El que acababa había sido un año duro: a Marita, mi mejor amiga, le diagnosticaron un cáncer de mama y tres meses después asistía a su funeral; la venta de la empresa en que trabajaba me mantenía en vela; mi marido no me comprendía ni me sentía apoyada por él; los chicos cada vez eran más mayores, más exigentes... Me asomé al abismo de la depresión y las últimas palabras de Marita retumbaban en mi cabeza “Maribel, quiere más, Aprende a decir no. Haz algo que te guste… Disfruta”. ¡Ya ves que la vida no dura nada…!”. El 31 de diciembre cerré el año y con él, una etapa de mi vida.
            En vez de comenzar otra dieta, cambié mis hábitos alimenticios y los de toda mi familia, pues no estaba dispuesta a preparar tres menús diarios. Mi marido no solía venir a comer y los chicos solo cuando les cuadraba, y despotricaban de tanta verdura y ensalada, así que les dije que la cocina estaba abierta, que se hicieran bocadillos o fueran a la compra ellos. Al final se acostumbraron, aunque de vez en cuando pedían pizza o traían hamburguesas, y a mí se me iban los ojos detrás.
            Sustituí el bus de por las tardes por zapatos cómodos para andar y como mi vocación frustrada era ser locutora, me apunte en un curso de radio. Cada vez me sentía mejor, triunfal, disfruté al volver a usar una talla menos en seis meses. Ramón seguía inmerso en los temas de la gestoría, el golf, los amigos y cuando llegaba a casa, después de esas y no sé si otras actividades placenteras, estaba cansado y prestaba más atención al fútbol o a su ordenador que a mí. Aunque eso dejó de preocuparme, tenía muy presente a Marita, y sus consejos. 
            En la empresa en la que trabajaba me propusieron hacer un master en Bruselas, para optar a otro puesto, y aunque en casa no pusieron buena cara, acepté.
            Durante un mes me sentí como otra persona, alejada de mis obligaciones cotidianas, de esos recados que mi familia no dejaba de pedirme (tintorería, fotocopias, compras, bancos, gestiones médicas o burocráticas. Asistía a clase, además, tenía que presentar trabajos, que me dejaban poco tiempo libre, y supe disfrutarlo. Hice amistad con una chica del curso, Kasia, con la que salía a pasear, congeniamos, era polaca y hasta  hicimos algunas excursiones juntas, era muy divertida.
            Había bastado un mes para que mis hijos se hicieran responsables de sus cosas y al parecer la asistenta que contraté antes de irme se había apañado muy bien con la casa. Me ascendieron de puesto y con el incremento del sueldo, decidí seguir con con la chica.
            Entre unas cosas y otras ya están aquí las navidades y echo la vista atrás. Sigo añorando a Marita y su ausencia me entristece, pero ya no me duele. Estoy contenta con mi nuevo trabajo, y muy ilusionada, pues en enero voy a empezar a hacer un programa de radio en una emisora pequeña, con una amiga. Mi hijo Daniel terminará la carrera este año y Alfredo, el mayor está buscando apartamento para independizarse. El peso lo tengo controlado, y eso que  con las fiestas ya se sabe… pienso apuntarme a yudo y defensa personal. Lo curioso es que en casa no se rieron ni se sorprendieron cuando lo comenté, parece que al fin se han dado cuenta, y yo también, de que puedo hacer lo que me apetezca en cuanto me lo proponga.  Con Ramón la cosa está más o menos igual, así que en el 2015 me mostraré más abierta a nuevas opciones, me iré de vacaciones una semana o diez días sola a Polonia, me ha invitado Kasia para conocer su país. ¿Quién sabe? me noto tan cambiada que lo mismo hasta vuelvo a disfrutar del sexo. Creo que este va a volver a ser mi año.