Graziela
La Finquilla 2014

El 31 de diciembre, es un día muy propicio para hacer recuento del año que termina. Yo soy de las que opinan que es bueno ponerse metas y ser conscientes de cada día,  no solo esperar a finalizar el año para mirar atrás y ver el camino recorrido. También me gusta hacerme nuevos propósitos, ponerme retos y formular deseos, por eso hago el último día del año una especie de collage recortando imágenes, paisajes, colores, que para mi simbolizan esos deseos, y lo coloco en lugar visible, para dar energía a esas metas. 
Resulta gratificante ver que el balance del año que termina ha sido muy positivo: he seguido aprendiendo y creciendo a nivel personal; han sido muchas las personas que han recorrido este trecho del camino conmigo, que me han apoyado y me han hecho sentir su cariño. También se han producido acontecimiento negativos, que me entristece, aunque los acepto como parte del aprendizaje.  Se ha solucionado un tema burocrático que me preocupaba desde hace años, gracias a la ayuda profesional muy cercanos, que nos han ayudado a conseguirlo. Y casi a mediados de diciembre, una alegría familiar, la llegada un nuevo miembro, una niña muy deseada, que nos  ha colmado de alegría y estoy dispuesta a disfrutar de ella, tanto como disfrute de su madre, que también fue muy esperada y querida.
Por eso, un año más me siento agradecida por estos 365 días, por la gente que me rodea, por las personas que he conocido o por las que nuevamente se han cruzado en mi camino y volvemos a caminar juntas. GRACIAS
Como propósitos y deseos para el nuevo año: seguir aprendiendo, avanzar, trabajar, ayudar a los demás y procurar cada día ser mejor persona, así que tendré que aplicarme...

FELIZ 2015 Y QUE ESTE AÑO OS COLME DE ALEGRÍAS, ILUSIÓN, Y ENERGÍA.


Graziela




ESPÍRITU NAVIDEÑO

Volviendo la vista atrás regresan a mi memoria recuerdos de antaño. La sensación del anuncio de la navidad acompañada de la visita de mi hermana mayor, que nos enseñaba a hacer adornos con papeles de colores de celofán y plateados, y luego decorábamos la casa; el primer día de vacaciones, que nos levantábamos temprano para conectar la televisión a primera hora y con el sonsonete de los niños del Colegio de San Ildefonso, que aún cantaban en pesetas los premios, miraba atenta la lista que mi padre me había dado, para comprobar si salía alguno de nuestros números, cosa que nuca ocurrió; las cenas en casa de la tía Celia, todos apiñados y contentos, el olor de la lombarda y la pepitoria o los paseos vespertinos por la zona de "La cruz", en Ciudad Lineal, recorriendo los puestos, para no incordiar, mientras las madres y las mayores ayudaban con los preparativos. Las carreras para que nos diera tiempo a tomar la uvas de fin de año, mientras mis hermanas se arreglaban a toda prisa para salir después, mientras mi padre anunciaba que "ahora son los cuartos"; mis primeras fiestas de nocheviejas con amigos. Los nervios de la noche de reyes y las idas y venidas del día siguiente, para entregar o recoger los regalos. 
Ahora me doy cuenta que todos aquellos recuerdos tenían un denominador común: LA ILUSIÓN.
Esa ilusión que se va desgastando con el tiempo, cubriendo por diversas capas de tristeza. Mi madre siempre decía que no le gustaban las navidades, porque en cuanto falta alguien en la familia, el vació se hace más intenso y aflora la nostalgia. Y cada año escucho a alguien que comenta que preferirían dormirse el 23 de diciembre y no despertar hasta después del día de reyes. 
Curiosamente mi madre murió a primeros de diciembre, hace ya más de 10 años y fueron otras navidades muy tristes. Sin embargo, con su ausencia se produjo un punto de inflexión, y a partir del entonces decidí que no tenía porque asumir su creencia como propia, y que podía disfrutar de estas fiestas, recobrar la ilusión perdida. Al año siguiente me sorprendí acudiendo a grandes almacenes para escuchar canciones navideñas, a medio día, cuando no había gente, sola, y sin intención de comprar, y en vez de deprimirme me animaban. Fue una cura, para permitir que algo resonara dentro de mil, y funcionó.
Ahora espero estas fiestas con alegría. Me encanta pensar en los regalos de los demás, en lo que más ilusión les puede hacer, en como sorprenderles, en elaborarlos yo misma y mucho más, desde que vuelve a haber niños en la familia. Ver las luces, recorrer la ciudad, ir a la Plaza Mayor, acudir a algún espectáculo infantil, escuchar conciertos navideños, llevar a los más pequeños a ver a los reyes magos o a patinar, tomar chocolate con churros o un zumo, las comidas, ir de tiendas con mi marido (que se cansa rápido), etc. todo esto me hace sentir bien, estar a gusto.
Es cierto que con las reuniones familiares más frecuentes pueden surgir problemas, discusiones, malentendidos, roces (ya todos somos mayores y muchos desean tener razón). Si otros quieres amargarse, cultivar agravios, mantener rencillas, yo no estoy dispuesta a dejarme arrastrar, ni a entrar en ese juego, así que trato de evitarlo.
No es que de pronto me haya vuelto loca, es que quiero disfrutar, ser feliz y en la medida de mis posibilidades contribuir a que otros también lo sean, y trabajo para conseguirlo y esto nada tiene que ver con la faceta comercial de estas fiestas, pues no es cuestión de dinero, ni de gasta más. Es un simple deseo de dejar que me envuelva la ilusión de nuevo, recobrar ese espíritu infantil y en definitiva, gozar con las pequeñas cosas. Actitud que intento mantener el resto del año, y tengo que confesar que casi siempre me funciona.
FELICES FIESTAS, DESDE EL CORAZÓN 
BESITOS DE GUIRLACHE, CASCAJO Y ROSCÓN.

Graziela



VIAJE DE NOVIOS.

Lorena empezó con los preparativos de la boda más de un año antes de la fecha prevista. Daniel ya estaba aburrido de probar menús, ver invitaciones y hacer listas. A él  no le costaba decidirse pero su novia era la duda personificada en mujer, y recababa la opinión de familiares, amigas e incluso de compañeros de trabajo.  Resultaba  desesperante ver que  daba una importancia transcendental a cualquier nimiedad, el más mínimo detalle parecía primordial para su futuro.
            Afortunadamente la luna de miel no les causaría problemas, pues todos los amigos de la pareja se habían puesto de acuerdo y les regalarían el viaje, manteniendo en secreto el destino elegido hasta el mismo día de la boda. Ellos solo debían preparar el equipaje para estar fuera quince días, con ropa de verano. Además de eso  no conseguían sacarles ninguna información.
            Aún faltaban tres meses para el gran día y el novio se sentía al borde del infarto. Lorena estaba nerviosa, agotada, irritable y cualquier tema relacionado con el enlace desembocaba en una inevitable discusión, todo aquello parecía estar consumiéndola. Afortunadamente, ya quedaban muy pocas cosas pendientes y se iría serenando, cuando recibió la fatídica llamada.
        Hola cariño ¿Cómo está hoy mi chica? –respondió al ver la foto de su novia en la pequeña pantalla.
        No Daniel, yo soy  Marian, la compañera  de Lorena de la oficina. Verás…
        ¿Dónde está ella? ¿Ocurre algo? –preguntó nervioso.
        No te asustes, pero se la acaban llevar. Se ha desvanecido  y hemos llamado al 112. La llevan al Hospital Provincial. Ya he llamado a su madre. Van para allá.
        Pero que ha ocurrido, ¿se sentía mal? –dijo mientras cogía la chaqueta y las llaves el coche de encima de la mesa.
-          No, solo estaba cansada. Lo mismo es una bajada de azúcar o la tensión. Parecía normal, charlábamos y de pronto se ha desplomado –comentó nerviosa la amiga- Llámanos cuando sepáis algo y luego le llevo yo el móvil.
Se recuperó de aquel episodio pero había algo en la analítica que preocupó a los médicos desde el principio, y decidieron dejarla en observación y hacerle más pruebas. 
Todos los preparativos para el gran día fueron en vano. Se casaron inmediatamente en la capilla del hospital, por deseo expreso de Lorena, con los más allegados, ya que los médicos no podías dar un diagnostico y ella cada día estaba peor. Estaba convencida  de que no llegaría a la fecha prevista con vida.
Daniel estaba deshecho, no soportaba verla así, la situación le superaba; resultó que él era menos fuerte de lo que pensaba.
Cuando parecía que todas las esperanzas estaban perdidas el equipo médico que la atendía, de forma inesperada, encontró el origen de aquel extraño mal, como ocurre en la series de Dr. House, y con el tratamiento adecuado Lorena salió del hospital justo a tiempo de realizar el viaje de novios, que todo pensaron le vendría bien para terminar de recuperarse de aquella pesadilla.
Tomaron el avión con destino a una paradisíaca isla, donde vivieron una semana de absoluta felicidad, después, de forma inesperada la sombra del pasado reciente empezó a planear sobre la pareja.
Ella se mostraba distante, la corta pero dura enfermedad por la que  había pasado la había cambiado, ahora parecía ver la vida de manera diferente. Decía que necesita tiempo y espacio para aclarar sus ideas y después de muchas discusiones cuando llegó el momento de regresar al terminar las vacaciones para Daniel, ella decidió quedarse allí un par de semanas más. No se sentía con ánimo de meterse de lleno en ese futuro que habían construido juntos.
A su regreso el desconcertado marido explicó lo ocurrido a toda la familia. Quince días después volvió Lorena. Cuando él fue a recogerla la encontró radiante, su sonrisa resaltaba en tu tez bronceada y emanaba luz. Le pareció la imagen de un anuncio de serenidad y sintió que la quería más que nunca.

Ni siquiera se llegaron a instalar en su nuevo hogar. Ella había tomado una decisión, cambiar de vida. Además, quería el divorcio.